Barcelona vuelve a ser el foco de atracción ‘smart’ del mundo mundial. Si en noviembre volvió acoger una edición del Smart City Expo World Congress, la gran ocasión para conocer (y reconocer) a las ciudades inteligentes de todo el mundo, ya estamos en febrero de 2017 y toca Mobile World Congress, el macro evento de la telefonía móvil. Si en 2016 acudieron a la cita casi un centenar de miles de personas, en esta ocasión es muy probable que se supere esa señera cifra. Se dice pronto (100.000 personas, así, en números redondos), pero eso es como llenar a rebosar un Camp Nou con espectadores atraídos por presenciar las mejores jugadas, el estado de forma de una industria que cada día nos sorprende más con sus registros, cuantitativa y cualitativamente.
El smartphone ya no es sólo el artilugio que llevamos en nuestras manos, ese terminal por el que acaba pasando nuestra vida cotidiana, sino un fenómeno histórico con mayúsculas. Habrá un antes y un después, como cuando empezaron a funcionar los trenes a vapor o los automóviles de motor de combustión. Llegará un día en el que habrá tantos como habitantes del mundo… aunque eso no signifique que cada persona dispondrá uno. Y es precisamente este uno de los puntos que deberíamos debatir sobre el teléfono inteligente, más allá de las sorpresas anuales o de la presentación de nuevos dispositivos y apps. Porque cabe preguntarse: si los teléfonos inteligentes han revolucionado la comunicación entre humanos, permitiendo que medio mundo pueda estar conectado al instante con el otro medio, la cuestión fundamental, a debatir desde una perspectiva universal, ¿no debería ser si esa tecnología, al margen de una exigente neutralidad, puede estar dividiendo en ‘castas’ a los terrícolas? Porque corremos el riesgo de que una parte del planeta este hiperconectado, avance tecnológicamente como Usain Bolt, y la otra vaya a ritmo de maratón por cuestiones económicas, sociales, políticas o por lo que sea.
Así que ya tenemos de nuevo en Barcelona el gran acontecimiento ‘moviliario’ que, año tras año, se engrandece y se supera a sí mismo. Es la gran fiesta del móvil/mobile, una fiesta muy movida –nunca mejor dicho- y que hemos titulado así en nuestra portada parafraseando aquella ‘A moveable feast’, la novela en la que Hemingway recordaba los días felices en los que París era una fiesta…