Salou dispone por cuarto verano consecutivo de una red de 22 cámaras con sensores, estratégicamente ubicadas, que informa en tiempo real del número de bañistas en la arena
En medio de la naturaleza —ya sea en un bosque, junto al lago o en el mar— tendemos a creer, inconscientemente, que estamos en lugares bastante alejados de cualquier tecnología. La distancia de los núcleos urbanos o la simple belleza desnuda del paraje no nos hacen pensar en algoritmos ni aplicaciones, más allá de las que llevamos en el bolsillo. Pero el paisaje, por natural que se nos presente, contiene cada vez más soluciones técnicas de todo tipo.
La playa es un buen ejemplo de ello. En uno de los sitios de desconexión por antonomasia, los sensores y las cámaras dotadas con inteligencia artificial ya conviven como un elemento más de la estampa costera en algunos municipios del litoral catalán. La experiencia se inició el primer verano de la pandemia, justo en el post confinamiento, y destinos turísticos como Salou han mantenido el sistema como una herramienta más para controlar el aforo e informar a los bañistas antes de llegar al sitio.
En la villa del Tarragonès, que este verano se está situando como la cuarta ciudad de todo el estado en reservas de alojamiento, la tecnología de sus playas se basa en un sistema de monitorización formado por 22 cámaras inteligentes que proporcionan una cifra estimada, en tiempo real, de la cantidad de personas que se encuentran en la arena. Las cámaras están ubicadas en puntos altos, inaccesibles y muy discretos, y calculan el número de personas situadas en una zona concreta mediante el análisis del movimiento, formas y otros parámetros como el reconocimiento de volúmenes.
Gracias a la tecnología deep learning, las cámaras son entrenadas y van aprendiendo a identificar y diferenciar de forma más precisa a las personas de otros objetos. Se situaron ocho en la playa de Ponent, siete en la de Llevant, dos en la Llarga y una en la de los Capellans, Cala Llenguadets, Cala Font, Cala Vinya y Cala Crancs. Las playas más extensas se dividen en zonas virtuales, para poder controlar el empleo por sectores y realizar las estimaciones sobre el aforo.
Los datos se transmiten mediante tecnología inalámbrica a los sistemas de información del ayuntamiento donde se integran en un Sistema de Información Geográfica (SIG) accesible a través de la página web de Playas desde cualquier dispositivo. La información se muestra mediante un mapa y una leyenda de colores que indica en verde si el aforo es bajo, en naranja si empieza a ser elevado o en rojo si ya no se puede acceder al punto en cuestión. El sistema también envía alertas por SMS y correo electrónico a la Policía Local, Protección Civil y Salvamento cuando se producen cambios en el estado de empleo de las playas.
El cuerpo de agentes también puede realizar ajustes desde sus dispositivos móviles en caso de que se detecte que una playa está en su nivel máximo de capacidad y el sistema no lo indique. La solución permite la movilidad horizontal dentro de la playa, ya que controla el aforo a partir de las personas que están en la arena y no a partir de las que entran por los diferentes accesos.
Lloret y Barcelona, sin continuidad
En el caso de Lloret de Mar, la iniciativa duró dos veranos (2020 y 2021) y se implantó en la playa Gran y la de Fenals, las dos más concurridas. La prueba piloto se abandonó de cara al año siguiente y se desmontaron las cámaras y sensores, que actualmente ya no están operativos. Desde el consistorio explican que ni siquiera en la época más dura de las restricciones ocasionadas por la pandemia hubo problemas de aglomeraciones, ya que la gente tendió a disgregarse y marcharse hacia las calas, donde no había instalado ningún sistema.
Allí tuvieron que efectuar controles a pie de arena con Protección Civil, pero fueron muy puntuales. "El acuerdo con Telefónica, los gastos del mantenimiento y coste de las cámaras, así como el alquiler del software no quedaban justificados", argumentan desde el Ayuntamiento, donde aseguran que el único tramo donde periódicamente deben controlar el número de aparcamientos por el éxito masivo que suele tener la cala, se encuentra en Santa Cristina.
En las playas de Barcelona ciudad, por su parte, se llevaron a cabo pruebas piloto mediante drones y un software de anonimato y no almacenando las imágenes, cuidando la privacidad en la captura y su procesamiento. El objetivo era no salirse de la normativa vigente en materia de protección de datos, uno de los retos que plantean estos sistemas. Actualmente, en la capital no se realiza un control de aforo, sino que se hace un cálculo de la afluencia de cada playa de forma manual a través de los informadores que se despliegan durante la temporada de verano y que son los encargados del conteo.
Mataró y Calella, en el Maresme, son dos casos más donde se experimentó durante el período en el que se recomendaba guardar las distancias y que, de momento, han dejado de utilizar el sistema. Cómo se explica desde el Observatorio de los Digicanvios de la AOC (Administració Oberta de Catalunya), una de las dificultades es el grado de entrenamiento que requiere para evitar falsos positivos (sombras o formas similares a una persona) y para adaptarse a modificaciones de la superficie de la AOC playa como el efecto de las mareas o las labores de limpieza mecanizadas.
También hay que tener en cuenta que los video sensores y los sistemas de comunicación deben instalarse en lugares que no estén al alcance para protegerlos de actos vandálicos y necesitan alimentación ininterrumpida. Para cumplir con estas condiciones, en el caso de Salou (donde los costes de mantenimiento rondan los 6.000 euros anuales, sumados a los 100.000 que costó la implantación) se ha utilizado el sistema de alumbrado de las playas, que tuvo que ser modificar.
Pie de foto: Los video sensores deben instalarse en lugares poco accesibles para evitar los actos vandálicos
Fuente: https://www.metadata.cat/noticia